De bien nacidos es...
Quizá el germen de esta novela surgió cuando tuve noticia de una familia
de campaneros que, entre 1925 y 1940, habían vivido encaramados en los tejados
de la catedral de Tudela, bajo las campanas que volteaban cada día.
“Vivir en la catedral" , el artículo que
me reveló su existencia, fue publicado el 2 de enero de 2013 por
Fermín Pérez
Nievas en el Diario de Noticias de Navarra. (
Enlace al artículo).
Las connotaciones literarias de esta historia, que de manera inevitable
nos recuerdan a Víctor Hugo y a Quasimodo, el inolvidable protagonista de Nuestra Señora de París; mis frecuentes
visitas a la catedral de Tudela llevado por mi afición a la fotografía y por el
asombro que despierta en mí nuestro rico patrimonio histórico; la repetida contemplación
de la magnífica Puerta del Juicio, con su representación en piedra de los
castigos del infierno, única en el arte medieval europeo; el interés que desde
siempre he sentido por esa dramática etapa de nuestra Historia que es la Segunda
República y la Guerra Civil… de toda esta amalgama surgió en mayo de 2013 el
esbozo de esta novela.
De inmediato comencé la complicada búsqueda de bibliografía sobre la
interpretación detallada de cada una de las escenas de la Puerta del Juicio,
tomé fotografías de todas ellas y, por supuesto, traté de visitar la antigua
vivienda de los campaneros. En este punto tengo que citar al deán de la
catedral, D. Bibiano Esparza, que autorizó la visita, y a Ana Carmen Martínez
Ballarín, fiel lectora y buena amiga, quien me acompañó para mostrarme los
entresijos de una catedral que conoce bien.
La visita a la cárcel que se describe en la novela, ubicada en el viejo
convento de San Francisco, actualmente cerrado y en estado de abandono, fue
posible gracias al permiso y la colaboración de la concejala de Cultura del
Ayuntamiento de la ciudad, Merche San Pedro.
La sorpresa llegó cuando, ya iniciada la novela, tuve noticia de la
publicación de un libro monográfico sobre la Puerta del Juicio, editado por
Diario de Navarra. Diego Carasusán (texto) y Blanca Aldanondo (fotografía)
llevaban tres años trabajando en un proyecto que llegó justo a tiempo para
facilitar mi trabajo de documentación. El resultado era asombroso, pues los
autores, además de proporcionar una rigurosa interpretación de cada una de las dovelas,
recuperaban con el uso de la tecnología su posible policromía original. Quien
tenga el libro en sus manos (algo que recomiendo con entusiasmo) comprenderá mejor
el título de la novela, la Puerta Pintada.
En cuanto a la documentación, tengo que citar a Luis Mª Marín Royo,
historiador y autor de uno de los pocos trabajos sobre los antecedentes y el
desarrollo de la Guerra Civil en la ciudad, y a José Miguel Jiménez Arcos,
quien me proporcionó el ejemplar de esta obra que, como buen bibliófilo, tenía
en su poder.
Varias personas accedieron a leer el original para trasladarme sus
impresiones. Tengo que citar en primer lugar, como no podía ser de otra forma,
a mi esposa, a quien agradezco sus acertadas indicaciones; a Diego Carasusán, Blanca
Aldanondo, y Edurne Jiménez, los tres periodistas de Diario de Navarra quienes,
como buenos profesionales, la leyeron con lápiz y papel para no dejar detalle
en el tintero; a Jesús Mª Ramirez, quien desde el primer momento mostró gran
interés por este trabajo, y cuyos comentarios me han sido de gran ayuda; y dejo
para el final a mis buenos amigos Paco Monzón y Rosa Blasco, sobre todo por sus
autorizados apuntes en los aspectos forenses.
A mi agente literaria, Antonia Kerrigan, agradezco la confianza
depositada en mi trabajo. Una confianza demostrada también por mi editora en
Ediciones B, Verónica Fajardo quien, en un tiempo tan duro como éste para el
sector, ha seguido apostando con decisión por mis novelas.
He de volver a citar a mi esposa, y también a mis tres hijos, que sufren
mis prolongadas ausencias cuando un proyecto como La Puerta Pintada me atrapa y
me retiene durante meses sentado frente al ordenador, en el rincón más apartado
de la casa.
Y no puedo cerrar el capítulo de agradecimientos sin referirme a los
miles de lectores de la trilogía Banū Qasī, en especial a aquellos que, con su
opinión y su empuje a través de las redes sociales, han hecho que las puertas
del mundo editorial sigan abiertas para que esta novela vea la luz.